sábado, 10 de enero de 2009

LAS TAQUICARDIAS (III)

Cuando una persona cree que tiene taquicardias, lo primero que debe comprobar es que efectivamente las tiene. Como dijimos en el primer apartado dedicado a las taquicardias, se considera que se tiene taquicardia cuando las pulsaciones están por encima de los 100 latidos por minuto.

La forma más sencilla y al alcance de todos para saber si efectivamente se tienen taquicardias es contarse las pulsaciones, lo que se suele llamar “tomarse el pulso”. Esto puede hacerse en cualquier circunstancia, con la sola ayuda de un reloj con segundero, y permitirá al propio paciente o a un acompañante, comprobar la velocidad que tiene su corazón. Si ésta es inferior a 100, entonces no hay taquicardia, simplemente se perciben las pulsaciones como rápidas, pero habitualmente sin mayor importancia. Si la frecuencia es entre 100 y 120, generalmente la taquicardia será sinusal, que como hemos dicho, suele deberse a problemas ajenos al corazón, la mayoría de las veces relacionados con la ansiedad o el estrés. Y si la frecuencia supera los 140-150 por minuto, entonces la posibilidad de que se trate de una verdadera taquicardia paroxística es alta, especialmente si el paciente nota que se le quita “de golpe”.

En caso de duda, debe acudir al cardiólogo, exponiéndole sus síntomas con claridad. El diagnóstico puede requerir paciencia, hasta que se consigue registrar la taquicardia en un electrocardiograma o en un Holter. Posiblemente se le hagan también pruebas diagnosticas adicionales, como un ecocardiograma, para descartar que haya alguna enfermedad asociada.

El correcto diagnóstico de una taquicardia paroxística es importante, ya que las posibilidades de curación son muchas. Las denominadas “taquicardias paroxísticas supraventriculares” pueden curarse, en la mayoría de los casos, mediante un “Estudio electrofisiológico” (abreviadamente EEF), procedimiento que consiste en introducir un catéter hasta el corazón, a través de la vena femoral, en la ingle. Una vez en el sitio adecuado, se intenta reproducir las taquicardias mediante estímulos eléctricos (¡no se asuste, no duelen ni dan calambre!), y, si se consigue, se analizan con precisión las causas de la misma y su posible solución. Esta será, generalmente, lo que se llama una “ablación”, que consiste en “quemar”, mediante calor aplicado puntualmente, a las células responsables del comienzo o perpetuación de la taquicardia. Este procedimiento, que explicado así puede parecer muy complejo y peligroso, no lo es si se realiza por cardiólogos expertos, denominados electrofisiólogos, y que se dedican casi en exclusiva a practicar este tipo de exploraciones y tratamientos.

El EEF puede ser largo, ya que todo se hace según un protocolo y con sumo cuidado, y a veces desagradable en cuanto a que es poco grato estar en una camilla sin moverse durante dos o tres horas; se realiza con anestesia local para que no duela el pinchazo en la ingle, pero el paciente está despierto, ya que a veces tiene que colaborar (tose, respira…). Por lo demás es indoloro, aunque algunos pacientes refieren dolor tolerable en el momento de la ablación. Y si todo va como debe, el paciente saldrá curado, es decir, desaparecerán las taquicardias para siempre, sin necesidad de tomar medicación para el resto de su vida, como en otras enfermedades. Un pequeño porcentaje de casos, puede estimarse en menos de un 5%, tendrán de nuevo taquicardias y posiblemente necesitarán repetir el EEF. Esto puede deberse a varias causas, la más frecuente a que no se hayan quemado “todas” la células que producen la taquicardia, ya que siempre es mejor quedarse corto que pasarse al hacer la ablación. Si esta es la causa, a la segunda “irá la vencida” con casi total seguridad.

Terminamos aquí la descripción de las “Taquicardias paroxísticas supraventriculares”. Obviamente, me he limitado a exponer conceptos generales y relativamente sencillos de entender, ya que a veces la complejidad es muy alta. Si tiene alguna duda (recuerde, nada de tratamientos particularizados), mándeme un correo e intentaré resolverla o aconsejarle la mejor manera de abordarla.

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